«Touch my body till it really fits «: Billy Childish & Holly Golightly, In Blood

Billy Childish es uno de esos. De los admirables más allá de los gustos de cada cual, uno de los contados que pueden llamarse artistas sin que se les caiga la cara de vergüenza. Músico de mil y una encarnaduras, de productividad tal que su dioscografía es una selva impenetrable, sí, pero en la cual todo parece nuevo, todo aparece un tesoro, gracias en gran parte al sentido atemporal de sus discos; pero también poeta, pintor, cineasta underground, agitador cultural y exorcista de si mismo.

Aunque los precedió desde Medway con los seminales Thee Milkshakes, Childish fue  el outsider del sonido Kent de mediados de los 80, ofreciendo visceralidad, sentido del humor afilado y primitivismo allí donde brillaba el pop de grandes bandas secretas de la esquina del Sudeste de Inglaterra como The Dentists o The Claim.

Como escoger un disco cualquiera, al azar prácticamente, del la carrera de Childish es ir sobre seguro y la datación de los mismos sería imposible en una cata ciega pesco esta vez una pieza de fecha 1999 pero de data eterna: In Blood

Tórrido, genuino y esencial es el reeencuentro de Childish y la gran Holly Golightly, miembro de aquellas Thee Headcoatees, al versión femenina del grupo del primero Thee Headcoates, uno de los proyectos más duraderos del artista, extendiéndose entre 1989 y el 2000 agarrados a un sonido garagero basado en la inmediatez y la simplicidad.

In Blood, un disco de reencuentro casi, es la versión Childish de las sexy colisiones de Lee Hazzlewood y Nancy Sinatra, pero apartando las suntuosas producciones del norteamericano en beneficio de un concepto que se explica solo en la portada:  «una cuerda, una canción, un sonido».  Resulta una auténtica delicia experimentar como se enroscan las personalidades, siempre paralelas, algunas veces tangentes, de dos talentos tan aguerridos como Childish y  Golightly. Hablamos de blues calenturiento,pop sixties de cacharrería, garage y más garage. Música del demonio, directa a la sangre y la entrepierna; un festival de lubricidad machacando canción tras canción, acelerando y ralentizando, revolviéndose en un disco nacido de las restricciones, dispuesto a experimentar desde unos presupuestos creativos ingobernables, desafiantes en primer término para sus propios creadores.  In Blood o I’m the Robber te taladran pero es Upside Mine la que se te pega como saliva al cuerpo.